Esta hinchada no te deja de alentar

Mica Papatino
4 min readMay 3, 2021

¿Por qué no me hiciste de Racing, pa? ¿Por qué alguien no se tomó el trabajo de hacerme de algún equipo, cualquiera, el que sea, pero con convicción, como una cuestión de vida o muerte, de deber, de la vida es así, están los amargos y estamos nosotros, que somos los mejores, que tenemos los colores más lindos, la cancha más hermosa del planeta?

Hace poco se lo pregunté a mi viejo. Primero se quedó pensando y me dijo “nunca se me ocurrió”. Después me dijo que en realidad también me había ahorrado hacerme mala sangre, porque Racing siempre es una lágrima. ¿Y enamorarse no es bastante parecido? ¿No se la pasa pésimo cuando no se coincide o cuando se deja de coincidir? Cuando el otro te deja el arco perforado, o cuando te hacés un gol en contra, cuando gritás penal y nada que ver, cuando el otro te grita penal y nada que ver, no es todo eso una porquería que todos sufrimos? Pero lo elegimos. Y lo buscamos. La metáfora no me sirve más que para eso y hasta ahí no más porque claramente el contrincante no es el otrx en el amor. ¿Sería la cancha? ¿El picadito? La adrenalina de pisar el pasto. De ver la hinchada feliz. Cantando. Porque nunca nos sentimos más vivos que como cuando deseamos algo, cuando tenemos algo de fe y se da. A pesar de todo, porque coincidir es un milagro.

Me hubiese gustado ser fanática de un equipo de fútbol, cualquiera, de verdad. Llorar y sufrir cuando juegan para el orto y ser feliz cuando no. Quisiera tener el botoncito de la pasión futbolera. Me da muchísima envidia que sufran, que lloren, que sientan tanto. Que puedan ver a alguien con un tatuaje o una camiseta y sentir empatía automática, aunque no sepan nada de la otra persona. O que de pronto sea al revés: que alguien que cae mal de pronto no caiga tan mal. Que un reverendo sorete de pronto se vuelva alguien mínimamente respetable. O con el que hay algo mínimo para hablar. Una patria en común, un suelo que proteger, para siempre.

Quería que alguien me hiciera de un equipo de fútbol. Enfermarme de esa emoción sin sentido. Sentir amor por lo propio y desprecio por quien no pertenece. Ganar y solo hablar de eso, como cuando decís empecé a salir con alguien que me gusta y yo también le gusto. Quizás lo mejor de enamorarse de un club es eso, que no hay que esperar que sea correspondido. Ya lo es, solamente hay que elegirlo y el match está hecho.

Yo no sé de fútbol pero no porque no sepa de las reglas, no sé de fútbol porque yo no sé lo que es amar así. Y sentir menos es un poco estar menos vivo. Para lo bueno y para lo malo. ¿Quién te quita lo bailao? ¿Hubieras dejado de querer si sabías que iba a doler tanto? Bueno, digamos que no funciona así.

Quisiera haber sido de un equipo de fútbol desde chiquita también por las historias que pude haber tenido. De amigos, de familia, de gente en la cancha, de hacinamiento y promesas estúpidas. Cada vez estoy más convencida de que las cuestiones que te atraviesan sin pedirte permiso son las que más importan. Donde hay que poner más atención. El tema no es que no nos duela nada. Es qué nos pasa y cómo seguimos después de que fuimos por un rato felices.

Quería ser de un equipo de fútbol para tener una tribu con la cual compartir camiseta. Porque cuando te enamorás es bastante raro si te hacés una remera con la cara del otro, pero en cambio los colores del equipo está todo ok. Nadie te va a mirar raro.

Quería ser de un equipo de fútbol para tener otro tema que atender en medio de una pandemia. Porque el amor es atención y cuando uno está encerrado, hace bien poner la atención sobre cosas que no estén relacionadas a una pandemia. Como una película, una canción, un instrumento, un equipo de fútbol.

Papá: no me hiciste de Racing, que es el equipo del que también era el abuelo, y son los tíos, y son mis primos, pero igual te perdono. Porque al menos sé que soy consciente de lo que me perdí y no me volví una escéptica, como esa gente que le fue mal en el amor y después se piensa inmune y superior. Ese verso de “esto no es para mí”. No. Yo leo a Fontanarrosa, a Sacheri, a Dolina, a Casciari, y puedo tener un dejo de lo hermoso y penoso que es ser hincha. Y cuando estoy cerca de alguno de ustedes, hinchas, los contemplo y me quedo y trato de ver si me contagio. No me pasa y (otra vez) me muero de envidia, a un costadito.

Al final, soy hincha de todo esto.

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